La herradura es símbolo de buena suerte desde la antigüedad. En la antigua Grecia ya se consideraba un poderoso amuleto que les protegía del mal, ya que lo relacionaban con la forma de luna creciente, que significa fertilidad y prosperidad, además de estar hecho de hierro, considerado el más poderoso de los elementos, protector contra todo mal.
Por estas razones, los agricultores comenzaron a poner herraduras en las puertas de sus casas, graneros y establos, creyendo que así se protegerían.
También hay un significado en la tradición cristiana: según la leyenda, un monje y arzobispo inglés, conocido por ser un estudioso de la metalurgia, incluida la fabricación de campanas, puso herraduras al mismísimo diablo y, tras escuchar su promesa de que nunca más se acercaría a ninguna herradura, se las quitó.
La posición de la herradura no está consensuada en todos los países, pero se mire como se mire, hacia abajo o hacia arriba, sirve para lo mismo: suerte y protección divina.
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