A lo largo de un mes, cuando miramos al cielo por la noche, podemos notar las fases cambiantes de la luna. Su forma se hace visible a nuestros ojos según su rotación e iluminación por el sol, ya que no tiene luz propia. Esta transformación se suele dividir en cuatro fases principales: luna nueva, luna menguante, luna creciente y luna llena.
Sus ciclos tienen gran influencia en el planeta Tierra, por ejemplo en relación con las mareas, las olas del mar, el comportamiento de los animales, las cosechas, etc. Sin embargo, para muchas personas es un elemento místico muy importante.
Existen varias mitologías relacionadas con la Luna y sus fases. Muchas deidades y creencias están influenciadas por su ciclo de renovación continua. En la mitología griega hay tres diosas vinculadas a la luna: Artemisa (asociada al creciente), Selene (asociada a la luna llena) y Hécate (asociada a las fases menguante y nueva). En la mitología romana, la luna está asociada a Diana, deidad protectora de la caza y de la noche. En la cultura tupí-guaraní existe Jaci, una diosa de la luna que es la protectora de las plantas, los amantes y la reproducción.
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